sábado, 21 de mayo de 2011

Secret Base. Cap. 1.

-Akira…- Hacia demasiado frio, lo recuerdo perfectamente. Tal vez hasta podría recordar el color de tus zapatillas llenas de barro por correr detrás de mí. Es que simplemente me gustaba molestarte, o más bien ver esa expresión de enfado dibujada en tu pálido rostro demasiadas veces. Días como esos, duelen anhelar si ya no somos los mismos de antes. Es cuando te preguntas ¿qué hice mal? o ¿en que fallamos?. Ciertamente sabía que te cansarías de mí como yo de tu infantil e inmadura personalidad. Todos tenemos un limite, y tu la verdad que me destruías la paciencia.


No obstante, juntarnos no era desagradable. Era yo el que envidiaba la capacidad de no ocultar las lágrimas o el dolor frente a otros. Eras un marica para mí, cada vez que te caías y no hacías más que sollozar. Luego me apuntabas culpándome de tu torpeza, y finalmente era yo el burro de carga que resistía tus pataletas. ¿Por qué no fue otro tu hermano mayor?; siempre llevándome la responsabilidad de cuidarte como una mascota, claro que si hubieras sido una, serias una fea y peluda, de tamaño pequeño y bastante idiota. Aun así, tendrías algo de adorable y tierno, quizás incluso me recibirías mejor que los críos que tengo.


Cuando ya eres un adulto, entiendes mejor a tus padres, y no haces más que desear tu niñez, ya ni sabes porque con el tiempo te amargas o las razones de discutir con tu pareja; Keiko cada día se pone más inentendible, supongo que son todas las mujeres así. Tú de seguro me reclamarías con que le de un trato más amable y sepa escucharla, que ocupe su lugar mentalmente y sienta sus penas. Keiko, tiene la manía de exagerar las cosas, pero yo también no hago mucho para apoyarla. Sabes, también me daba pena observar como sus rasgados ojos, color castaño claro se aguaban cuando le gritaba lo mal que hacia su labor. Apretaba fuertemente sus paños hacia su largo vestido y como su labio inferior era atrapado por sus dientes. Una muñeca que como tú, me cansaron.


Sin embargo, Keiko, me levanto; si…Levanto al pobre idiota como yo, que seguía atado a la culpabilidad de separar a sus mejores amigos. Debí aprender a cerrar la bocota, además de no dejarme llevar por lo primero que se me cruzaba. Venga…¿Qué más se puede hacer?...


Yo…estoy feliz... ¿Feliz?...Bueno…casi más que ayer, por lo menos no discutimos con mi mujer y los niños no estuvieron de testigos. Antes, todo resultaba tan fácil, extraño tanto estar con uds., contigo…con todo el pasado que matamos. Uno debe elegir y lo mío acabo en lo equivocado. Estas cosas resultan ser aburridas ¿verdad?. Tener que hacer que nada paso, e ignorarlos como un perro hacia otro.


-Akira…mañana nos juntaremos, no estas obligado a asistir…Pero…todos te extrañamos, espero que puedas ir. Nos vemos.- Su voz sonaba nostálgica, su sonrisa desaparecida al igual que nuestras huellas.


No tengo idea de nada. Ya lo más mínimo me parece extraño. Aunque siempre supe que había un mañana para pedir disculpas. Quizás mañana era el día, y no debería de fallar.



Íbamos a ser otra vez “the GazettE”.

Secret Base

Pareja: ???????.
Genero: Romántico, AU.
Clasificación: Todos los públicos.
Advertencias: Ninguna.
Finalizado: No.
Capítulos : 1 LISTA DE CAPÍTULOS.

Resumen: Renovación de Mayakashi.
Separación y la verdad detrás de ella.
"Siempre ignoramos a los viejos amigos"...

LISTA DE CAPÍTULOS:
1- Capítulo 1.

sábado, 30 de abril de 2011

Monstruo Matsumoto.. Cap. 5.

-Yo no quiero que me toque con Matsumoto.- Una.



-Yo tampoco quiero, te imaginas si hace algo para vengarse.- Otra, y así sucesivamente se iban agregando los murmullos contra el monstruo. Takanori trataba de no darle importancia; trataba, pero se le era difícil ignorar, aunque sus compañeros fueran discretos; se notaba lo incomodo que estaban por el trabajo en dúo. El profesor de historia era distinto al que tenían de jefe; este no se dejaba intimidar por los alumnos, eran críos que deberían de conocer la palabras “respeto” a comienzo a fin y por ende; teniendo conocimiento sobre la historia de uno de los nuevos alumnos, no iba a dejar que eso obstaculizara su trabajo y enseñanza.



-Profesor.- El maestro se giro para oír a quien lo llamaba. Un chico bajo, de lentes azules; no le quitaba la mirada al asiento de Takanori. Medito antes de hablarle al otro; pero se puso en el lugar de si a él le tocaba trabajar con el monstruo. Movió su cabeza de un lado y otro; no podía trabajar con él, tampoco tendría TAN mala suerte que justo Matsumoto fuera su compañero, ¿pero que tal si?. –Disculpe, soy el presidente del curso y quisiera pedirle algo.-. El resto del alumnado veía como su líder demostraba su poder frente al viejo. Sonrieron al verse con la posibilidad de escoger compañeros a su gusto y no al azar, como anteriormente había dicho el mayor. El maestro pensó a la perfección lo que iba a pedir ese chiquillo, no solo él; el curso “casi” por completo. Sin embargo; si Matsumoto no estaba de acuerdo con lo que los demás querían; iba hacer lo que correspondía en el caso.



-Dime, te escucho.- Dijo sin más, sentándose en su lugar mientras sus manos abrían a vista de todos los que se encontraban allí, dando comienzo al miedo de muchos. El “héroe” en este caso; dudoso de proseguir con su discursito salvador, sintió como las miradas de sus colegas se clavaban detrás de su nuca y espalda. Estaba entre la espada y la pared, y es que el viejo no era de acceder con facilidad. –Yo…yo quisiera…- Temeroso de seguir, miro otra vez a Takanori, el bajito con su cabeza agachada; no prestando atención a lo que sucedía –o era lo que hacia notar.- lo dejaba con mayor terror. El viejo era una cosa, pero Matsumoto era otra muy distinta, estamos hablando del feucho de su curso. Ya no tenia tiempo para malgastarlo, sin tener algo mayor que lo detuviera, soltó su más importante preocupación. – Profesor, quisiera pedirle que el trabajo fuera por decisión propia de cada alumno de esta sala. No quiero tener un compañero al azar, ni mucho menos…- Y sin medir ni sus palabras ni gestos, con audiencia permanente a su disposición; apunto al bajito con asco, como si fuese un ser de este planeta y simplemente no cabía para estar allí. – No quisiera trabajar con Matsumoto, y no soy el único que piensa eso aquí.-. Reto al mayor con ojos desafiante, esperando un “SI” para acabar con el problema.





Sin embargo, el viejo observo al monstruo. Analizo las reacciones que este había tenido con las palabras que un niñato inmaduro dijo de su persona. Se pregunto cada segundo ¿Por qué los pendejos eran así ahora?. No negaba que también a su edad se llego a burlar contra alguien, pero no llegando al limite de tratarlo como un extraño, sin que este pudiese defenderse. Quiso esperar que Matsumoto reaccionara a lo dicho, pero se congelo, cuando este con sus labios sin decir alguna letra, le afirmo que “estaba bien”. ¿Estaba bien?; dejarlo sin alguien que pudiese conocer la otra faceta de él. Tenia la ultima palabra, sin convencerse de que Matsumoto permitiera esa agresión y discriminación como si fuese lo más normal. Posiblemente, con los años, el bajito se acostumbro a ello, se debió dar por vencido y si esa había sido la decisión; de dar gusto a los demás, así se iba hacer. – Escúchame chiquillo.- Cerro el libro, dejándolo sobre la mesa. El presidente se sentó y prefirió escuchar sin hacer alguna queja la decisión del viejo; quizás podría hacer algo más adelante si este se negaba. Los alumnos dejaron de hacer lo suyo, incluyendo los problemáticos del fondo. El hombre junto sus manos y las acerco lo suficiente para bostezar en modo de educación, cubriéndose la boca. Pasaron segundos para estudiar aquel curso en general. Todos eran distintos, con su mundo, con sus metas, con su vida propia, por ende también confió que tenían su propia decisión. – Me sorprende lo idiotas que llegaste a ser.- Hablo sin importarle que este lo acusara con su madre; de todas maneras, iba a tomar responsabilidad en el asunto. Iba hacerse cargo de lo que su colega y padres de los demonios no fueron capaces de aplicarles a sus cabezas. El de lentes, se molesto al ser tratado así por un profesor ¿Quién se creía para llamarlo de esa manera?. No fue el único que lo capto, y tampoco creyó que era bueno, haber sido llamado así por un docente.





Prefirió seguir manteniendo silencio. – Hasta puede que estés enfadado por como te acabo de nombrar, pero no me arrepiento en nada, ni menos en lo que vaya a decir.- Se levanto con dificultad, ya no era el hombre joven de antes. Colocándose frente a sus alumnos, se apoyo en el respaldo de la mesa; se cruzo de brazos, soltando un suspiro. – Cada uno de aquí, piensa por si solo. Cada uno hace lo que crea que es mejor. Entiendo, a lo que quieres llegar con no hacer el trabajo con Matsumoto. Debe ser difícil para ti, ¿no?.- Le hablo a Takanori, aun refugiado en su gorro. ¿Por qué el viejo estaba diciendo todo eso?, ¿Para que objetivo?. – Si quieren hacer el trabajo con quien gusten, accederé a ello.- No paso mucho para escuchar aplausos para sus palabras, la felicidad inundo el lugar. Las chicas gustosas de poder hacer el trabajo con el chico más guapo del salón o con las amigas, y los holgazanes con hacer que alguna tonta hiciera lo suyo. Un golpe fuerte detuvo las risas del salón. El maestro agotado con esas actitudes, decidió proseguir con lo suyo. –Accedo a tu petición chiquillo, sin embargo; en mi clase, escuchen todos los del salón. En mi clase hijitos de mami; no se permitirá esa actitud de niñatos mimados, todos son iguales para y serán tratados por igual. El o la que juzgue a Matsumoto, tendrá una cita “romántica” con el director, oyeron.-.





Un silencio incomodo se prolongo por minutos. El bajito estaba con ya casi ataques de nervios, para él, su profesor la había jodido en grande. Seria además burla de los demás, ya no tendría ninguna posibilidad de poder hacer algo por su propia cuenta. Aunque el mayor no tenia la culpa de lo que decían sus compañeros, no debió haber echo aquello. No debió.



-¿Profesor?.- Se escucho las voces de dos personas allí. Ambos alumnos se levantaron de su asiento; dejando la misma o más impresión por la igual velocidad en la que hablaron a los demás. El chico nuevo, que acompañaba a Mastsumoto, se acerco al maestro; junto con su contrincante. Los dos enfrente del viejo, decidieron dar batalla por ganarse a “ese” compañero. –Quisiera a Matsumoto de compañero.-



-¡¿Pero que mierda?!.- Grito el pelinegro, siendo sujetado por Kouyou. Iba a matar al idiota ese, ¿Qué demonios le pasaba ahora?. Tenia que agarrarlo en sus manos ahora o nunca.





Takanori; dejando de lado su miedo y siendo sorprendido por los dos que lo querían de compañeros, quiso ser tragado por la misma tierra. ¿Acaso era su primer día de suerte?. Aunque no quiso demostrar felicidad ante lo que sucedido, sus manos temblaban al igual que su cuerpo. El mayor sonrió satisfecho, al fin de dos inteligentes en ese grupo de payasos.



-Bien, Matsumoto. ¿A quien quieres de compañero?. A Suzuki o Kohara.- El par observaban expectantes al bajito. Con sus distintas razones no iban a ceder al otro. Matsumoto debía ser de uno de ellos como fuese, con gusto o no del monstruo.

Monstruo Matsumoto.. Cap. 4.

Por un momento todos los pensamientos de sus compañeros se cruzaron en pocas palabras, claras y precisas “Matsumoto tenia un amigo”. ¿Cómo era posible que el bajito con cara horrenda, tuviese de amigo, al chico nuevo –al igual que él.- y más encima guapo?. Le habrá pagado, comprado con algún objeto su amistad. No tenían mínima idea; pero se aseguraban de creer que una de las dos opciones anteriores era la correcta. Para Takanori más que incomodarse, se alivio de tener una persona a su lado, claro que le costaba adaptarse a la manera de ser del extraño quien lo abrazo como peluche por todo el patio.





El profesor de historia no demoro en llegar y se fijo como dos alumnos estaban aislados adelante, y el resto; alejados con sus escritorios de forma circular contra ellos. “¿Nueva guerra?”- Pensó el mayor, pero no le iba a dar mucha importancia, eran jóvenes e idiotas para su edad. El grupo de al fondo también se mantenían alejados de los otros, no les agradaba simpatizar con alguien más que no fueran los tres, aunque no significaba tampoco que eran odiados por sus compañeros. El pelinegro tanto como el castaño, observaba de su lugar con más detenimiento del que tuvo antes con Takanori. Aun no entendía como el nuevo se juntaba con el “feito” de la clase. ¿Acaso no notaba, que él con sus amigos eran los importantes allí?. Sin duda, el nuevo chico, poseía los atributos necesarios para ser considero como uno de su grupo, pero no; el monstruo Matsumoto se lo había arrancado de las manos, como juguete nuevo.





-No entiendo porque esta a su lado.- Le hablo a Kouyou, quien se entretenía viendo los mensajes de su novia –o andante.- respondía con sonrisa amplia. El castaño aun leyendo el mensaje, contesto a las palabras de Yuu. –No sé, debe tener algo el feito para que el otro lo abrazara, me pregunto si le dio asco o no.- Termino de enviar lo suyo y se fijo que el rubio no había pronunciado palabra alguna desde lo ocurrido. ¿Había pasado algo que él no sabia?.





Le lanzo un papel desde su escritorio al del rubio esperando que este lo regresara luego, quería saber que le pasaba. Akira, tan atrapado en sus pensamientos confusos y contradictorios, vio una pelota de papel cerca de su cuaderno. –Kouyou…-Pronuncio con desagrado. Vio como el recién nombrado, le hacia señas con los dedos para que le dijese algo luego. Se pregunto como tenía un amigo así, mejor dicho como un payaso era su amigo. Aunque no iba a gastar pensamiento en ello. Leyó la hoja arrugada, sin saber que decir, ni él mismo comprendía que le estaba ocurriendo. No tenia enojo, tampoco rabia; quizás algo de sorpresa de saber que Matsumoto estaba siendo tratado como una persona común o corriente, o que el chico nuevo, fuese algún idiota ciego. Al paso de los minutos, Kouyou no espero la respuesta; si el rubio no le dijo nada después de cinco minutos, era porque el no tenia idea de que pasaba por su cabeza.





La campana indicando el primer recreo, relajo al alumnado de la larga redacción que el viejo les había echo escribir. Takanori guardo su cuaderno junto a su libro; sin muchas ganas de salir del salón. Luego noto al nuevo, que aun seguía pegado a su persona. Ni siquiera había preguntado por su nombre, sin embargo; no veía malas intenciones del otro. Decidió que debía enfrentar al chico este y despejar sus dudas. Aun sentado en su asiento, llamo al chico. –Oye…-. El más alto escucho perfectamente la voz suave y baja de Takanori, era realmente adorable para sus oídos. – ¿Si?.- Le dijo sonriéndole cariñosamente. Se vio débil frente a esa expresión de su acompañante; ¿Cuándo le iba hacer la broma?. Era obvio que le habían prometido algo para que le tratara de forma diferente que al resto. –Quiero…¿quiero saber cuanto te pagaron?.- Soltó de golpe, esperando alguna mala reacción del castaño al verse descubierto, no obstante, sintió como sus mejillas blancas pasaban a un tono rojizo. El alto se reía de las ocurrencias del bajito, ¿tan mal lo habían tratado?; reflexiono por segundos. Si quería que el monstruo Matsumoto, enseñara el potencial que tenía; debía ganarse la confianza de este y algo más, para complacer un deseo propio. A expectación de muchos de los que aun seguían allí, el castaño alto atrajo a Takanori encerrándolo contra sus brazos como lo había echo en la mañana. El bajito se escondió bajo su cuello y olfateo el delicioso olor a colonia que el otro le entregaba en bandeja. Además de eso, pudo sentir de cerca la piel suave chocar contra su mejilla; un peluche de felpa, imagino eso y correspondió al abrazo.



-No pienses eso Taka-chin…-Le hablo cerca de su oído, solo quería que él escuchara cada una de sus palabras. – Quiero ser tu amigo vale.- Apretó un poco más fuerte el pequeño cuerpo; los demás alumnos estaban atónitos a las muestras de cariño que dejaban a la vista. Kouyou creyó que el bajito se asfixiaría por los delgados brazos del chico nuevo; pero Akira se fijo más en lo cómodo que Takanori se encontraba en ellos. Takanori tenía un aliado y la popularidad del nuevo aumentaría en tener al monstruo consigo. Quizás era indebido, o más bien estúpido que él tuviera un deje de preocupación por el bajito. Pero las intenciones que el nuevo intentaba hacer a su punto de vista, eran totalmente falsas.





No le creía la actuación de baja calidad, sin embargo, aunque quisiera ayudar a Matsumoto a darse cuenta de esto; no podía hacer nada. Él era uno de los pioneros en la popularidad del instituto y socorrer al bajito, iba a destruir su estatus. No iba hacer absolutamente nada, Takanori debía de darse cuenta solo y punto.

Monstruo Matsumoto.. Cap. 3.

Un nuevo comienzo del día; parpadeo varias veces para acostumbrarse a la molesta luz de su habitación. No quería ir a clases, no para soportar las burlas de los otros chicos ni menos de las chicas que se rían él, incluyendo la más fea. Noto el pequeño papel que reposaba en su escritorio, se levanto a leerlo, tratando de darse el ánimo suficiente para asistir al instituto. Dejo la nota en su lugar y se saco el pijama con más lentitud de lo normal.





Cuando ya estaba completamente vestido, se fue al baño para cubrir con su larga chasquilla la cicatriz que le atormentaba tanto. Si bien Takanori, sabia el porque de su apodo; no le veía mayor ciencia que juzgarlo por la herida de su frente. Pero, estamos hablando de jóvenes, chicos que no se daban la molestia de preocuparse de si mismos, de sentirse lo más mejores o patéticos del planeta; si hasta a veces los hombres parecían tener su día especial como el de las chicas; y él no era la excepción. Takanori detestaba a las chicas que ocupaban falda hasta los muslos, sin importar que le creyeran o no; más cuando estas se quejaban al subir las escaleras y dejando ver su ropa interior. Aun siendo hombre, no negaba que reaccionaba ante el estimulo femenino, pero no por ello; se podía decir que se calentaba con una zorra.





Aunque no tenia alguna posibilidad de ser considerado para el pretendiente perfecto de alguna chica, tampoco le interesaba serlo; no por ahora. Primero debía arreglar ese problema que poseía y lo hacia más especial de lo que pensaba. Un corte, con menores puntos, pero largo a fin de cuentas; dejaba a la imaginación como la resurrección del tan famoso Frankenstein; lo único que le faltaba era ser alto como el sujeto y tener unos enormes tornillos detrás de su nuca. De solo pensarlo se reía como muchas veces antes; él era un monstruo; uno que daba miedo por un maldito corte. Así era la juventud, exagerando siempre las cosas diminutas o sencillamente buscar el punto débil del otro; porque a veces hay que burlarse del otro para sentirse mayor.





Tomo su bolso, junto con las llaves y comenzó su corto camino a la estación de tren. Oculto su cabeza antes de salir de su hogar, sin embargo; seguía aun nervioso de ser apuntado a tan temprana horas. Si podía echarse a correr, lo hubiera echo; solo que ya estaba cansado de hacerlo como años antes. Agotada podía decirse, Takanori ya se le desgataban las ganas de no solo asistir a clases o hacer las cosas con otros compañeros; también de hablar con más personas, de tener una novia o alguien de quien sacar apoyo. ¿Para que?; para ser nuevamente la burla. No, no, simplemente sonrió antes de tomar su vagón y ser uno de los tantos que ingresaban a su vida exterior. Las ansias también tenían su límite y el bajito, si no era aceptado; era porque ya finalmente asumió que no había nadie que viera más allá en él.





Peor fue su suerte de todos modos. ¿Por qué tenia que estar él allí también?. Otra vez esa cabellera rubia se hacia presente ante sus chicos ojos. Noto como el otro respiraba con dificultad, de seguro tomo el metro a la rápida. –Atrasado.- Susurro para si mismo. Akira, volvía a repetir lo de ayer, con la diferencia que esta vez no llegaría atrasado a clases pero si para tomar el vagón. Que alivio y comodidad –de alguna manera.- sintió al verse rodeado por otra gente. Miro a su alrededor, con la esperanza de encontrar un acompañante, pero nada. –Que mal…Tendré que irme solo.- ¿Era complicado tener un compañero vivir cerca suyo acaso?.





El bajito espero alguna reacción de Akira, en caso de ser atrapado por su seria mirada; sin embargo, paso desapercibido. Muy dentro de él, aunque no entendía mucho; quiso ser el acompañante del más alto. Si, quería acompañarlo, aun cuando este lo trato igual o peor que los otros; Takanori, para su desgracia era del tipo de personas que tenían que llevarse dos veces una impresión de la otra. A pesar de que Akira, no tenía ninguna intención de ser algo del bajito, este último quería agradecerle el favor de ayer. ¿Cómo?, si ya lo odiaba o mejor dicho sentía asco de su persona. Pensó una y otra vez, sin mucho a su favor; el tren ya estaba llegando a su destino y él no hacia nada. – Tengo miedo, ya le doy nauseas, ¿Qué más puedo hacer?.- Comprobó que Akira, gustaba de un grupo suyo, en su mochila pegado un parche de los “Sex Pistols” en grande. Eso le daría una ayudita aunque fuese algo tonto.





Ya una vez fuera de la estación y transitando a más de dos metros del rubio, le ojeo de pies a cabezas. Akira tenia buenos atributos para tener la misma edad que él, que mal se sintió al comparase consigo mismo. Ni siquiera pensó en la diferencia de altura, sino más bien en las actitudes más seguras que el rubio dejaba a la vista de los demás, de lo varonil que era incluso al caminar. –Es más macho que yo.- Pronuncio escondido detrás de un árbol, ante una luz roja.





Retomo sus pasos una vez que Akira estuviera más adelante que él. Luego de unos pocos minutos, el castaño que acompañaba al rubio, se le pego como caracol a su lado. Continuaron los tres la caminata como cualquier otro día. Takanori, envidio por minutos la cercanía de esos, no porque existiera algo que lo uniera con el más alto; era la envidia de tener a su amigo cerca. Los payasos de adelante se reían como lunáticas y el bajito se entristecía más por su soledad. A casi metros del instituto, Akira con Kouyou; pasaron relajadamente frente al inspector que los retaba por sus atuendos. Takanori trato de pasar casi como un hombre invisible al iris del viejo, logrando su cometido excelentemente.





Sin embargo, algo le sujeto el hombro tirándolo hacia atrás; llamando la atención de todos los que estaban en el patio, incluyendo a los dos idiotas que lo acompañaron en el viaje. Se asusto demasiado al ser visto quizás por los demás, que atino a envolver su cabeza y parte de su rostro todo lo que permitió sus pequeñas manos. No obstante, una caricia le asombro por lo demás; ¿Quién le estaría tocando con tantas confianza?. Inseguro destapo su vista de su gorro, llevándose la sorpresa de su vida.





-Al fin te encontré, al fin estoy aquí contigo.- Sin más, fue atrapado por los brazos del otro. Muchos observaban la escena con el alma en mano. ¿Quién tenia el valor de tocar a Matsumoto?. Más sus propios colegas, pero que le importaba al nuevo sujeto lo que pensaban los demás; estaba feliz, realmente en pleno pasos de obtener su tan anhelado premio. El adoraba con locura o más, a Matsumoto. En pocas palabras, idolatraba por solo tocar y hablar con el famoso monstruo del instituto. Ganándose un paso importante con el bajito. Takanori, estaba de alguna manera contento con ese desconocido y agradable abrazo.

Monstruo Matsumoto.. Cap. 2.

Allí, encerrado en un cubículo; intentando esconderse del resto del alumnado, y no nos referimos solo al curso que le toco por el resto del año escolar, sino del instituto completo. Esperanzado en que la historia suya cambiara para mejor a lo que fue sus anteriores años; se derrumbo por completo sin que nadie lo consolara o dijera “vamos, me tienes a mi” para calmar su angustia. Como odiaba al chico que lo delato frente a todos, creyó que con tapar parte de su rostro podría por lo menos no levantar sospecha de cómo era reconocido por casi todos los establecimientos del lugar. –Tan feo soy, tan horrible…- Susurro dolido recordando una y otra vez como sus ahora compañeros lo apuntaban con una risa inagotable. Recién su primer día de clases y echaba de menos al único amigo que logro conseguir a sus quince años de edad. –Te extraño Uke, te extraño mucho…- Limpio el resto de gotas saladas que recorrían sus mejillas rojizas, no dejaría que por lo menos lo vieran más débil de lo que había sido por la mañana.





Solo quedaba una hora de clases y rogaba porque esta pasara pronto, no tenia ánimos de ver un libro; mucho menos de tener que aguantar nuevos murmullos a su alrededor. ¿Qué nuevas bromas u ofensas se le otorgaría?. Salió lentamente hasta llegar al espejo, estaba solo; ya tenia algo de calma nuevamente. Respiro hondo, observo como sus dedos estaban mojados en lágrimas, incluyendo un poco las mangas de su chaqueta. Busco algo con que limpiarse, encontrando su viejo pañuelo. Se lavo ambas manos y se mojo el rostro, dejando que el agua hiciera lo suyo, limpiar su dolor. A veces deseaba que esta fuera mágica y le diera por lo menos un día sin tener aquello que lo nombrara el monstruo Matsumoto. Rio por lo bajo, si las cosas fueran diferente, si tan solo Dios le quitara eso y lo dejase en paz por cinco minutos. Que felicidad seria aquello.





Levanto su cara, analizando su reflejo con temor de ser descubierto por algún alumno, por lo que iba hacer. Saco el gorro que cubría la parte de la frente y ojos con cuidado; notaba como sus ojos se aguaban por cada centímetro de piel que se desnudaba de la prenda. Una vez que esta ya estaba completamente hacia atrás, quiso tener el poder de curar su herida. Pero era obvio que no era un ser mágica, no sabia nada maquillaje por último para cubrir los pocos puntos que tenia. No sabía nada y le molestaba no tener algo que lo ayudase un poco. Acaricio ese largo corte con lentitud, lo vio una y otra vez; la respiración suya se volvió un poco más rápida. Entendía el porque le llamaban así, pero no era su culpa; lo sabia y quería que otra persona más lo supiera. Algún desconocido que se diera el tiempo de comprender que lo que le había ocurrido no tenia responsabilidad suya, un accidente simplemente. ¿Era mucho pedir?. No lo sabía.





-Akira, oye escúchame quieres.- Escucho como alguien se acercaba al baño de los varones. Sus nervios aumentaron, no tenia que dejar que alguien viese su rostro, ya bastaba con el accidente temprano que había tenido. Tapo lo más rápido que pudo su cara, o hizo el intento. Sin embargo, se sintió más aliviado al volver encerrarse al cubículo que antes estaba, levanto sus pies, abrazándose a sus rodillas; esperando no ser sorprendido por otro alumno. –Oye, ya; escúchame maldita sea.- Un grito resonó por las paredes de baldosa y un golpe fuerte le siguió a esta.



-¡Que te calles, por una puta vez!.- La voz de la otra persona sonaba enfadada, asqueada por alguna razón desconocida para ambos chicos que se encontraban en el lugar.



-Esta bien, no me tienes que gritar. Ni siquiera se porque estas así, explícame por favor.- La curiosidad lo estaba matando, no porque él fuese un intruso, sino que la segunda voz, se le hacia familiar a pesar de no acordarse del dueño de ella. Se acerco lo más que le permitió la incomoda posición que estaba. Tenia que saber que pasaba afuera.



-Ese chico…-



-¿Qué chico?.- Pregunto el otro, sin entender lo que el rubio le decía.



-¡El chico de la mañana, carajo!- grito otra vez. Por una extraña sensación, sabia que él tenia que ver en lo que hablaban esos dos, aun así anhelaba no ser el culpable. – El monstruo Matsumoto.- Mordió su labio inferior, intentando tranquilizar un posible llanto suyo, ¿Por qué otra vez tenían que atacarlo?. –Esta mañana le ayude a pasarse por la muralla trasera…- Fue entonces que Takanori, pudo distinguir la voz del otro chico. El muchacho que lo dejo con la boca abierta por haberle ayudado en pasar esa gran pared, ignorando quizás el echo de quien era o simplemente creía que lo sabia; y era posiblemente la primera persona que lo trataría como uno más de ellos. No obstante, la imagen del rubio que había conocido por cosas del destino se desmorono al oír las palabras, crueles e indiferentes al calvario que llevaba consigo. Era normal que la gente hablara a espaldas del sufrimiento ajeno, por lo demás todos cometemos ese error. Hablar de lo mal vestido, o la imagen que nos llevamos de otro sujeto. Takanori debía soportarlo, no era el primero en decirle eso, sin embargo si lo era en escucharlo directamente de su boca. –Le ayude a pasarse por la muralla trasera, no sabia de quien se trataba, sabes y si hubiese sabido jamás, escúchame jamás le hubiera ayudado. ¡Que asco!, ayude a Matsumoto, de todos los que estudian aquí; tenia que ser precisamente él.-



-Tenia que ser precisamente yo.- Pensó el bajito, mientras ocultaba su cara entre los brazos y las rodillas. Lo que ambos aun sin conocerse más allá de lo que sabían del otro, compartían el mismo pensamiento. Tenían que ser precisamente el uno del otro.

Monstruo Matsumoto.. Cap. 1.

Cinco minutos le quedaba exactamente para llegar a su salón. Si, otra vez la adicción por un nuevo juego recomendado obviamente por su mejor amigo –otro adicto más.- lo había echo desvelarse sin importarle los reclamos de su progenitora. Su madre tenia que entender; tenia que tener un mínimo de compasión porque su hijo pudiese avanzar otro nivel; ¿Cómo seria capaz de negarle aquello?. Pero, regresando a la carrera del inicio del segundo semestre; no podía pasarle algo peor en el camino ¿no?. Confiado en que la pared de ladrillo siguiera en su lugar y no la hubiesen demolido, se pasaría arriba de ella sin problema alguno; después dejaría las cosas en su salón y finalizaría con llegar a la ceremonia como si nada. Perfecto, ningún obstáculo en su plan.





Dio la vuelta al instituto, buscando la famosa pared, salvación de muchos. Se sorprendió al ver que no era el único que llegaría atrasado, observaba como un pequeño cuerpo trataba de subir sin logro alguno. Se tapo la boca inmediatamente, para aguantarse la risa que el otro le daba con su show, pero luego recordó que no tenia el tiempo suficiente para seguir viendo el intento del pequeñito en cruzar. Decidió que no iba ayudarlo y solamente se preocuparía por su persona; sin embargo, el bichito de la culpabilidad lo picaba, quisiera o no. Después de discutir con su conciencia, se apresuro en tomar el bolso del bajito y lo lanzo al otro lado junto al suyo, asustando al chico de improviso.





-Tengo prisa bajito, así que súbete luego a mi espalda.- Le hablo sin mirarle a la cara, y aunque quisiera vérsela, el pequeño la tenia oculta bajo el gorro de su chaqueta; solo dejando a la vista su boca y el mentón. Demoro en reaccionar su acompañante y tímidamente coloca sus palmas en su hombro. Se agacho un poco, para que el otro subiese luego y terminara pronto con esto.





Agradeció que el peso del bajito no fuese mucho y más al fijarse que este ya estaba con ambas piernas arriba del muro. Se alejo un poco y dio un salto alto; alcanzando afirmarse a tiempo de no caerse. Pero, aun el bajito seguía arriba ¿acaso no sabia que estaban atrasados a la ceremonia?. Que más daba, él tenia prisa y ya había ayudado al chico. –Oye bajito, date prisa, estamos atrasado.- Dijo una vez abajo tomando su bolso nuevamente. –Espero que tengas un buen primer día.- Grito alejándose del otro con rapidez. Regreso su vista al bajito que aun continuaba arriba. Extraño, realmente era un chico extraño, como muchos que eran sus compañeros.





Y al parecer Dios agradeció su buena acción del día, llegando junto a su curso sin ser notado por el profesor jefe. Mientras el repetido discurso del director entretenía entre comillas al alumnado, siguió preocupado por el bajito. ¿Habría llegado a tiempo?. Quien sabe, no estaba seguro de haberlo ayudado del todo, ¿Qué tal si era nuevo?. Pero ya había echo algo y no podía hacer más. Respiro hondo y presto atención a la conversación de su amigo. El primer día siempre traía algo bueno o malo en el camino.





Al término de la ceremonia, cada curso regreso a su salón. El suyo siendo reconocido como el más desordenado y en ejemplo al desastre en vida, hacían de la suya; ignorando olímpicamente al profesor que trataba tener atención de los demonios y dar la nueva noticia, aunque no muy buena para él.





-Por favor, presten atención por milésima vez.- Grito ya fuera de sus cabales, soporto que le ignoraran por dos años; pero haría caso a las palabras de su madre “Hazte ver como un hombre echo y derecho frente a esos gusanos”. Claro que la vieja no sabia con que gusanos su ya mayor hijo daba pelea los casi 365 días del año. Aunque, esta vez había sido muy distintas a las anteriores batallas a fuego. Él, logro dominar a los demonios, si; sintió que podía conquistar el mundo, pero su momento se acabo, cuando uno de los engendros le grito desde al fondo del salón “Hey viejo, no nos muestres tupequeño orgullo”. Las chicas al oírlo y mirando a su profesor comenzaron a gritar, cubriéndose el rostro con la asquerosa vista que el hombre enseñaba con su cierre abajo. Los gritos volvieron con más intensidad que antes, el pobre hombre; quería arrancarle la cabeza al muchacho este; aunque significara irse preso. El griterío se detuvo a penas la puerta del salón se abrió de golpe y una persona entrara como si nada allí.





Los alumnos guardaron silencio, primero examinaron al bicho nuevo, de pies a cabeza como si fuese un juguete nuevo y tenían que conocer las funciones que este daba. El chico adelante trato de decir algo, pero su voz era por lo demás bajo y también suave, no logrando atención por parte de ellos. Intento otra vez en decir algo, ahora le costaba más ya no eran unos pocos los que lo oían. Se sintió nervioso, quería huir; sus manos temblaban. Vio como los primeros de adelante murmuraban a los de atrás con una sonrisa extraña. Quizás le harían una broma, tenia miedo de que le hicieran daño sin ni siquiera haberse presentado del modo correcto. Uno de sus nuevos compañeros se levanto con cuaderno en mano, ¿le pegaría?. Retrocedió atrás chocando con el profesor que estaba igual de asustado que él o peor; siendo su profesor jefe!!!. El chico camino adelante suyo, botando el cuaderno a propósito a sus pies y dejo pasar casi un minuto, para agacharse a recogerlo. El chico nuevo sospecho de la acción de su compañero y cuando confirmo que este le daría la paliza repetida de su vida; sus ojos se llenaron de lágrimas. –Tú eres el famoso monstruo de la otra escuela.- Rió al pronunciarlo y su grupito con el resto de los alumnos, llenaron el lugar de risa. Claro, tenían un payaso mucho mejor que el anterior pobre chico del que se burlaban y por lo demás con mayores razones de juzgarlo.





El muchacho nuevo, dejo caer su bolso y llevándose ambas manos al gorro de su chaqueta, cubrió su rostro por completo. La puerta volvió abrirse, entrando el rubio del salón con el castaño, mirando como sus amigos y el resto se morían de carcajadas. Ellos también querían saber el chiste, fue el castaño entonces quien le pregunto al pelinegro que estaba ocurriendo.





-Oe Yuu, ¿de que se ríen tanto?.- El pelinegro quien era el responsable de la risa del día apunto riéndose aun al chico que estaba siendo consolado por el profesor. El rubio observo al chico sin mucho interés, luego bajo su vista al bolso que se encontraba en el sucio suelo y sus neuronas le hicieron recordar al dueño de esta. La risa casi enfermiza de todos, lo molestaba; más le enfado la actitud de sus mejores amigos y aun fue mayor y creciente, al saber que había ayudado en la mañana al monstruo, al monstruo Matsumoto.